sábado, 12 de julio de 2014

El atuendo de la Danza Azteca en el siglo XXI





Pamela Scheinman, Profesora Adjunta
Dept. of Art & Design
Montclair State University



Aunque abunda la representación de indumentaria prehispánica en el registro arqueológico-histórico (escultura, pintura y crónica), hay escasa investigación sobre el atuendo contemporáneo llamado  “azteca,” “mexica” o “chichimeca.” La Danza Azteca aparece más extravagante y teatral cada día en las plazas y fiestas del D.F. Mi ponencia mostrará la variedad floreciente que consta un imaginario popular o tradición inventada.
Las hermandades se manejan bajo una disciplina militar, mientras la danza sigue siendo una ofrenda religiosa y una diversión. Esta tensión existía en la misma sociedad azteca, estrictamente controlada y jerárquica. Hoy, cuando el albañil, estudiante o ama de casa cambia su ropa, asume una identificación lineal con los ancestros y familiares.
Los elementos básicos quedan lo mismo: taparrabo, túnica, manta, huipil, nagua y quechquémitl, más una(s) faja(s). Entre los aztecas el estatus del individuo era visible según la fibra, el color, la decoración y el uso de accesorios (tocado, pectoral, inserción labial, orejeras o/y sandalias). Así el guerrero reconocía su enemigo. Los sacerdotes y cautivos imitaban a los dioses, conforme con una iconografía precisa. Aumentaron el impacto con papel, oro y pintura corporal.
 El danzante actual valora lo auténtico, mientras busca como lucirse. Invierte su tiempo, dinero e ingenio, según su capacidad, en plumas exóticas, pieles de animales (o peluches) y chaquiras coloreadas. También se podría llamar “moda”  la incorporación de influencias tan diversas como las tribus indígenas norteamericanas y la película Apocalypto de Mel Gibson. Con la gama de grecas y diseños tradicionales (cosmográficos o simbólicos) resulta un nuevo sincretismo.

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